viernes, 23 de abril de 2010

Filosofía

Generar una filosofía comprometida con su entorno es una tarea diaria, aquel que se considera filósofo tiene como principio motor su actuar en el mundo, no es cuestión de carreras e instituciones ni mucho menos de lecturas o pensamientos sino de acciones.

La filosofía es vida en toda la extensión de la palabra, hablar de filosofía no es hablar de Heidegger o Platón, hablar de filosofía es hablar del actuar para vivir, de saber para vivir. Un entrenamiento correcto en esta disciplina depende más de la actitud ante la vida que de un sistemático y a veces aburrido rigor académico...

martes, 13 de abril de 2010

El hombre que no sabía amar

Dígame -Le preguntó el psicólogo- ¿Cuándo se dio cuenta que no sabia amar?

Pues mire –contestó el hombre- cuando era joven tuve una novia que me quería mucho y siempre me decía que nadie me podía querer como ella, un día tuvimos un pleito enorme porque yo siempre llegaba tarde a verla, acordamos vernos siempre a las cuatro de la tarde pero yo llegaba entre una o dos horas tarde, entonces decidió terminar conmigo y sus palabras fueron estas: “Si me amaras en verdad llegarías temprano, no sabes amar”

Muy bien -exclamó el psicólogo- Continúe.

Bueno -siguió el hombre- Años mas tarde decidí apegarme a la religión y entre a una congregación, todo marchaba muy bien hasta que un día el reverendo me pidió que me quedara una vez terminado el servicio religioso, y así lo hice, entonces el reverendo me dijo en un tono muy agresivo: No puedes seguir llegando tarde, bien sabes que la entrada es a las cuatro de la tarde no a las seis, si amaras a Dios no llegarías tarde ¡Vete y no vuelvas!

Claro –Decía el psicólogo mientras anotaba en una libreta- pero no se detenga, siga por favor.

Está bien –Continuó el hombre- hace unos meses me despidieron del lugar donde trabajaba, me citaron al final del día y muy amablemente me dijeron: Cuando usted entró a esta empresa se le dieron los términos del contrato, en ellos se decía que tenía derecho a tres faltas justificadas, usted lleva tres días trabajando y los tres ha llegado tarde; esta es una empresa en la que queremos a personas que amen su trabajo, así que tome sus cosas y retirase.

Muy bien –se levanto el psicólogo- y dígame ¿Por qué siempre llega tarde?

Bueno –dijo el hombre- tengo una hermanita diez años menor que yo, no se puede valer por si sola pues tiene una enfermedad que le impide hacer muchas cosas y dado que nuestros padres murieron cuando yo era joven debo cuidar de ella.

Claro -dijo el psicólogo- por eso llega tarde.

Pues sí, lo que pasa es que nuestros padres solían leerle todas las tardes hasta que se quedara dormida, pero con sus muertes ahora yo me hago cargo de estar con ella y leerle ese libro una y otra vez cada tarde hasta que cierra sus ojitos para dormir.

viernes, 9 de abril de 2010

¿Por qué no te defendiste?

Los que lo conocieron hablaban muy bien de él, no tenían queja alguna, sólo un reproche por lo que le pasó, se molestaba al contarlo y al punto de las lágrimas decían cosas como: ¡¿Por qué lo permitió?! Y ¡¿Debió defenderse?! Y es que los que lo conocieron no se explicaban por qué permitió que terminaran con su vida de esa manera, no entendían por qué una persona como él había decidido dejarse morir así.

Las personas contaban la historia y se entristecían, ¡Pobre hombre! –Decían entre lamentos verdaderos- unos creían que todo había sido una farsa, incluso suponían que estaba todo preparado por él, que en realidad nunca murió. Y así se entretejían teorías con la cruel verdad, esa cruel verdad que se negaban a creer y es que nadie podía entender lo que sucedió.

Un día –empezó a narrar un hombre que tenia en el rostro las marcas del dolor- caminábamos por estas calles, no era un día diferente, o al menos eso parecía, él me contaba que sentía un gran alivio, que por fin su vida era feliz y que no la cambiaria por ninguna otra; regularmente él era una persona tranquila y casi no me decía estas cosas, pero yo creía saber qué sentía y en ese momento no pude mas que alegrarme, éramos buenos amigos pero aun así no tocábamos esos temas; de repente al pasar el kiosco de la plaza municipal nos encontramos a tres tipos que, al menos yo, nunca había visto; la plaza estaba llena de gente, eran las fiestas de San Evaristo y por un momento no me sorprendieron, pero cuando nos impidieron el paso me puse nervioso, no es que sea miedoso pero eran mas grandes que yo y no se veían nada amables, y no lo eran; sin mas uno de ellos se acercó y le dijo: No hay forma de arreglar lo que rompiste y tienes que pagar aunque no sirva de nada. Yo no entendí, y menos cuando este hombre le dio un golpe terrible que lo dejo de rodillas, intente ayudar ¡Por Dios que lo intenté! Pero los otros dos me sujetaron y no me dejaron hacer nada, no pude mas que presenciar todo; el tipo este se rió y le dio un golpe en la cara con toda su furia, pero él no metía ni las manos sólo lo veía como si en verdad quisiera pagar por algo, yo tenia un coraje por no poder hacer nada y sólo le gritaba ¡Defiéndete! Pero no hacia caso, y el otro seguía pegándole cada vez más fuerte y éste seguía sin defenderse. La golpiza fue brutal, ya no se podía ni mover y sólo seguía viendo a su agresor como si en verdad tuviera que pagar algo con su vida, yo estaba llorando de coraje y gritaba que lo dejaran pero no valió de nada. Lo que mas me dolió fue que el tipo este no se detuvo ni un momento, no dejo de golpear para nada y hacia el final sólo se echo para atrás para tomar aire y regresar a darle el golpe final, le importo poco verlo así, todo sangrado tratando de aferrarse a su pierna con un gesto de dolor que me hizo llorar como nunca.

Y después de un ratito me soltaron, me dejaron ir y ni me pegaron, pero ya era tarde, ya no había que hacer y yo seguía gritando ¡Defiéndete! ¡Defiéndete! ¡Por qué no te defendiste!

El hombre término de narrar entre lágrimas, era día de San Evaristo y se dirigió a la iglesia con paso lento murmurando: ¿Por qué no te defendiste?